Ya sabemos que la Realidad Virtual puede ser muy efectiva para la formación de habilidades técnicas: operar maquinaria, ensamblar piezas, pilotar un avión, hacer prácticas de cirugías, procedimientos de seguridad y muchas más. Sin embargo hay varias experiencias en las que se ha empleado esta tecnología para ayudarnos a mejorar lo que llamamos «soft skills» o habilidades sociales. Situaciones hostiles o incómodas que no son habituales en nuestro día a día, pero que nos pueden generar ansiedad e incluso parálisis, pero que podemos practicar en un entorno inmersivo, a la vez que seguro, y nos ayudará a enfrentar estás situaciones con mayores niveles de confianza.
Procesos de negociación difíciles, clientes problemáticos, hablar en público, comunicar noticias poco agradables, son ejemplo de este tipo de situaciones. Cuando nos encontramos en este contexto, tenemos que sacar a relucir nuestra inteligencia emocional y resiliencia. Y, por muchas clases que tomemos y por mucho que leamos al respecto, nada se compara con la experiencia de vivir estas situaciones en la realidad.
Precisamente esto es lo que se persigue a través de experiencias virtuales inmersivas, en las que se somete a las personas a situaciones muy cercanas a la realidad y que según demuestran algunos estudios, llega a ser más efectiva y eficiente que otras alternativas formativas.
Es el caso del estudio publicado recientemente por la consultora PWC, en la que formaron a un grupo de managers distribuidos en 12 ubicaciones en los Estados Unidos, que fueron divididos en tres grupos, y a cada grupo se le aplicó el mismo entrenamiento (en este caso, liderazgo inclusivo) pero aplicando tres modalidades formativas diferentes: clases presenciales, e-learning y v-learning (formación en Realidad Virtual).
A continuación las cinco conclusiones principales que obtuvieron de este estudio:
1. Las personas que se formaron en la realidad virtual, lo hicieron 4 veces más rápido que los que asistieron a clases presenciales. El contenido que tomó 2h aprender en la clase presencial, solo tomó 30 minutos en el entorno virtual. Y eso dejando de lado el tiempo que lleva el desplazamiento físico de los empleados a la ubicación de la clase presencial.
2. Los estudiantes que emplearon Realidad Virtual tienen más confianza en la aplicación de lo aprendido. Específicamente un 40% más que los estudiantes presenciales y un 35% más que aquellos que emplearon e-learning. Cuando se trata de habilidades «soft», la confianza es un factor clave de éxito. La realidad virtual permitió a los estudiantes practicar las situaciones planteadas en un entorno seguro, pero realista e inmersivo, y con menos estrés que la situación real.
3. En la realidad virtual se consiguió una mayor conexión emocional por un parte de los empleados, concretamente 3,75 veces más conectados que los empleados que hicieron la formación presencial y 2,3 veces más que aquellos que hicieron el e-learning. Las personas solemos conectar, aprender y recordar mejor cuando hay emociones de por medio. La simulación de situaciones a través de la Realidad Virtual permite ofrecer una experiencia más profunda.
4. La Realidad Virtual permitió un nivel de concentración 4 veces mayor que sus compañeros que usaron e-learning y 1,5 veces más que los estudiantes presenciales. La Realidad Virtual, al aislar a los individuos del mundo real, elimina distracciones y el habitual multi-tasking y permite que se centren exclusivamente en el contenido y las tareas que deben realizar dentro de la experiencia formativa.
5. La formación en Realidad Virtual puede resultar más económica cuando se aplica a escala. En épocas cuando la tecnología estaba menos madura, la VR era costosa y su escalado resultaba complicado. En el estado actual de la tecnología, un dispositivo de VR tiene un coste único de unos 1.000$/€ y éstos pueden ser gestionados cómo cualquier dispositivo móvil empresarial. Por otra parte, hay plataformas que permiten crear experiencias virtuales con poca o ninguna necesidad de desarrollo y a un coste escalable. En el caso del presente estudio, el coste de la formación en VR se equipararía al coste de la formación presencial al llegar a 375 estudiantes, mientras que, comparado con la formación e-learning este equilibrio se conseguiría al llegar a 1.950 estudiantes. Cierto es que estas escalas no están al alcance de pequeñas empresas, pero organizaciones medianas y grandes podrían llegar a estas cifras en muchos casos.
Las experiencias inmersivas permiten una mayor conexión emocional, concentración y eficiencia y es aquí donde debemos poner el acento cuando hagamos el cálculo del retorno y el análisis del valor que obtendremos al aplicarla en nuestras organizaciones. Y aunque no podemos decir que la Realidad Virtual vaya a reemplazar por completo a otras modalidades de formación en el corto plazo, sí que merece la pena incluirla cómo parte de un currículum formativo mixto, muy especialmente en aquellas formaciones donde el componente emocional juegue un papel importante.
La VR constituye una alternativa muy relevante en la actualidad, donde las medidas de distanciamiento social nos impiden o, al menos, nos limitan, la capacidad de hacer formaciones presenciales y en las que el contacto «humano» tiene un peso significativo.
Y tú, ¿qué opinas?, ¿Crees que la formación Virtual aporta algo diferencial? ¿O es una moda pasajera?.
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